Marco Teórico: 

En cada célula del cuerpo, en cada parte del mismo existe una psique oculta (B.K.S. Iyengar).  Esta psique se halla oculta en los tejidos, tendones, ligamentos, en la carne y en la piel. Soma y psique existen juntos: allí donde hay soma, hay psique y viceversa.

En el Yoga, el/la  practicante emplea la estructura de su cuerpo inteligente para crear y modelar diversas formas arquitectónicas estables, firmes, confortables, llamadas Asanas, en donde la energía fluye, la inteligencia natural se manifiesta, y el ser se regocija.

El cuerpo físico, a través del asana, la postura de yoga,  adopta formas arquetípicas, modelos originales, en donde intenta encajar. Para ello emplea la inteligencia, la percepción, la acción, y la volición que lo movilizan a adoptar una forma u otra forma y a desarrollar a través del refinamiento de su sistema nervioso motor y sensitivo, los delicados ajustes necesarios para establecerse en esas formas arquetípicas, en esos modelos originales (Concepto extraído de B.K.S. Iyengar, Astadala Yogamala, III.8). 

Cada hueso, articulación, músculo, fascia, ligamento, tendón, tiene un comportamiento y un lugar en la representación y encaje de estas imágenes icónicas arquetípicas. Cada uno de ellos es parte de una arcilla a la que imprimimos mayor o menor humedad, mayor o menor presión, mayor o menor calor,  para que dé como resultante la vasija que contendrá este ícono llamado asana que nos expresa.

Debemos conocer esa arcilla, esa materia prima, y la inteligencia oculta en ella. Conocer las funciones y acciones de cada parte de nuestro de cuerpo; sus relaciones, vínculos, y el aporte que cada estructura realiza a la constitución de esas formas estables y divinas, conocidas como asanas. Debemos conocer el comportamiento de los diversos músculos y sus asociaciones, acciones y funciones, reconocerlos, vivenciarlos, y percibirlos en toda su acción en la postura y en su relación con la fuerza omnipresente de la atracción gravitatoria de la tierra.

La mente debe estar presente en el asana, se debe eliminar toda ausencia mental. Conocer las direcciones que adoptan en el espacio las articulaciones implicadas en cada asana, la función y comportamiento de sus ligamentos, los tendones que las atraviesas, el aporte de cada músculo a las diversas acciones que sostienen las mismas, el papel envolvente y conector de las fascias. Este conocimiento, su aplicación, vuelve a la mente amiga, imprime en ella un sentido de conexión y sostén y elimina en ella toda intención de divagar.

Este conocimiento de los “materiales” sobre los cuales nuestra volición trabaja, y que nuestro sistema nervioso rige, nos volverá más conscientes a la hora de realizar las diversas acciones que sostienen la postura.  Son estas, las acciones internas las que hacen que el asana ingrese en el modelo, ingrese en la forma arquetípica y exprese su contenido.
Conocer y vivenciar nuestra anatomía a la hora de realizar asanas y pranayama nos vuelve más conscientes, y el serlo, nos permite perfeccionar la estructura de la postura, activar el flujo de la energía, despertar la inteligencia natural de nuestro cuerpo y establecernos en el estado meditativo que el asana como arquetipo propone.